POESÍA 2

Lugares que llaman

De los lugares que llaman
nunca me sentí tan perdido.
Nada me invita a seguir.
Nada obliga a mi boca a que hable.
En la ignorancia de una cueva, parecida al olvido, 
no tengo alma en el sueño.
¿En dónde estás, amada?
¿No crees que te estoy esperando?
¿No entiendes el corazón de cristal?
Sus facetas como espejos para las nubes
ausentes de azul.

Paraíso invencible con ojos abatidos
y ardientes balas de victoria que atraviesan la piel
como un hacha hambrienta, 
¿por qué me has seguido? 
Necesito un igual no un asesino
Necesito un compañero no un soberano.
Necesito amor no mandamientos.

De las cosas olvidadas 
nunca he sido una.
Dios parece encontrarme aún en la planta rodadora
cuando los vientos aúllan
y yo me vuelvo el hueso de la suerte en las manos
del bien y el mal.
¿Por qué me buscan?
¿Qué propósito sirvo
si no puedo volverme visible para ti?

Sabes, cuando ellos matan animales
los niños esperan afuera
mientras la aguja establece la deuda de dolor y edad.
La madre o el padre escriben un cheque y
firman su nombre dos veces ese día.
Dejan caer una filigrana de lágrimas.
Ellos sonríen a sus hijos
a través de corazones apretados latiendo
hacia los lados como un péndulo
del tiempo.

Y veo todo esto y más en mí mismo.
Un pequeño animal cuyas deudas pronto serán liquidadas.
Los niños ya están apareciendo afuera
esperando la sonrisa de los padres para dar seguridad.
La firma y la filigrana
nunca ven.


Del santuario de invierno
sólo te he encontrado a ti.
Aunque espero  a las señales que me saquen del frío
en tu fuego
sé que vendrán
aunque busco a tientas mi llave.
Aunque mi corazón está decapitado.
Aunque sólo he aprendido la separación.
Te recuerdo
y a la luz sobre tu puerta.

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